Conciencia del otro. Determinación de uno mismo. Concepto que es ambiguo tanto como oxímoron. Límites de lo que es uno mismo. Como si se pudiera estimar con alguna cifra el infinito. Y, sin embargo, también a este absoluto le corresponde un espacio y no otro. No tanto más fácil es compreder eso que es el otro, pero intentándolo, al menos por intuición o por descarte, es definible-a inmensos rasgos- lo que es uno. Uno es el origen de todo, el principio de la existencia de todo. Lo que es existe porque uno toma conciencia de eso y no por otra cosa. De otro modo, lo que es es la realidad como está plantada, porque es, por principios cuánticos, matemáticos, naturales, etc; por lo tanto la percepción de eso no tiene voz, ni voto, ni juicio, ni reflexión, ni cabe más que el latido como señal de vida. De este modo, uno es el inicio, el start del mundo, uno es un mundo. Si el mundo es uno, y uno no tiene conciencia de sí mismo, entonces no puede querer entenderlo, saber qué es, dónde vive, cómo vive, qué es vivir en el mundo. Uno no puede tener conciencia de sí mismo si no tiene conciencia del otro. No existe el espejo que refleje el interior de uno. El espejo que más le hace justicia lo representa el otro. Uno, teniendo conciencia del otro, conociéndolo, lo reconoce, y sabe, por intuición o por descarte, qué es uno y desde dónde empieza a llegar a ser.
viernes, 28 de marzo de 2008
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