Es esta década desagotada, este tiempo cerrado a la conexión por saturado de interconexión... Por los túneles de esta cueva global no se dejan ver tantas sublimaciones de carácter como deberían, apenas unos pocos se atreven a denunciar a través de su voz, la voz que trasciende las turbulencias del sonido, los trasiegos del papel, el absurdo (por arcaico) elitismo de la pantalla, lo insondable de la red... La realidad se nutre de los pantallazos de todos esos universos y otros avatares que pierden protagonismo en las contiendas verbales, por su condición de prosaicos. Esa realidad nutrida y renutrida, tangible, perceptible con todos los sentidos, aguarda con los brazos arremangados, con el puño cerrado, con un cordón de goma apretado para marcar sus venas, espera, ansía, invita a una inyección de vida, una señal, un dato, una reflexión, una idea que trascienda la volubilidad del sistema que impera. El sistema, ese heterónimo de dios, o viceversa, presencia ominosa que se acerca abrazando con la precisión de una constrictor, con una intención humana potenciada de sembrar predios, de cultivar, de recolectar, de hacer en serie, de hacer de más, de fabricar, de uniformar lo inuniformable... La costumbre, necesaria en su momento, de agrupar para definir, de generalizar para facilitar, ha infectado, salpicado de mediocridad, desteñido la bandera de la libertad del hombre, la ha vuelto blanca. Y un placebo positivista, contenedor y cauteloso, adoptó el citado estigma por emblema, regándolo, a través del trabajo de fieles obreros de essa palabra, por el mundo. El efectivo instrumento totalizador ha irrumpido entonces, desde tiempos remotos, en personas y, a través de ellas, en el espacio, en el inmediato y en el no tanto, en el que significa el otro y en el que, se supone, es de todos. Ha pintado a uno a través del otro... y propone un plan maquiavélico en la peor de las lecturas; vende tiempos compartidos de sentarse en una silla a hacer lo del cordón de goma, y a pagar por recibir el veneno adictivo de sus sustancias. Por duplicado, o por efecto narcótico, se patentiza su omnipresencia al momento en que se reproduce y se aparece en simultáneo, por el lado opuesto al que nunca deja de brindar su servicio, para vender seguros, servicios para el más allá del mañana, servicios para un ahora de holograma, seguros de suscripción vitalicia a la prestidigitación cirquesca- por si acaso hubiera otra- de un intercambio fugaz, idealizado en la templanza nauseabunda de un cuadro devastadoramente patibular- o limbar-. Las paredes están ahí, aguardando a la aguja hipodérmica, al efluvio de verdadera identidad, que es la de cada uno, del dasein, del que se reconoce uno, del que se resiste a estar en la silla en mangas de camisa, con el puño apretado esperando el veneno... las paredes están ahí aguardando al que se atreve a sostener la aguja, a sostener el aerosol, a blandir el pincel, a hacer fluir la tinta, a despertar los sonidos dormidos.. las paredes están ahí esperándonos, la realidad está esperando un algo de cosa buena, un poco de reflexión, mucho más que una seña de "No fijar carteles", mucho más de lo que hay...
sábado, 26 de abril de 2008
Suscribirse a:
Comentarios de la entrada (Atom)
...:::search:::...
Búsqueda personalizada
No hay comentarios.:
Publicar un comentario